Este mes celebramos la Semana Mayor, en la cual reflexionamos en la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Meditamos en este tiempo de manera especial en el amor incomparable de Jesús por nosotros, su iglesia; amor que nos regala simplemente porque ama, y que no depende de que nosotros lo merezcamos.
Un amor que permanece siempre fiel, inmutable y eterno a pesar de nuestras faltas.Un amor que no solo está abierto a la vida, sino que da vida.
Un amor que no conoce reservas ni medidas, un amor misericordioso y comprensivo. Un amor que se goza en el dar y no en recibir, que motiva al sacrificio personal por el bien del ser amado.
Es precisamente el amor de Nuestro Señor Jesús -el novio- por nosotros -su iglesia- el más perfecto ejemplo de lo que debe ser el amor conyugal en el plan de Dios.
Es en el matrimonio que podemos ser imagen de Dios mismo, amando a nuestro cónyuge con un amor fiel, que permanece a través del tiempo, que cumple con las promesas dadas ante el altar, que ama porque ha decidido amar a pesar de todo y de todos, con un compromiso de la propia voluntad.
Un amor verdadero que se da, simplemente porque amamos y nuestro gozo nace de la alegría del ser amado. Un amor que es entrega total, aunque ese dar resulte en el mas grande sacrificio y un amor abierto a la vida de los hijos que Dios nos regale.
Que en esta Cuaresma y Semana Santa, meditemos en como el amor y el sacrificio de nuestro amado Jesús por nosotros nos da el ejemplo perfecto y nos anima para lograr un matrimonio feliz.
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